Desayuno en el Ritz

HUBO un desayuno ayer en el Ritz al que asistió todo el PP y Jaime de Marichalar, hoy por hoy la reserva espiritual de la monarquía en sus formas clásicas. Fue a las nueve de la mañana, lo cual nos da una idea de cómo está Madrid. A las once de la mañana en provincias aún se ve algún sereno; tenía razón Rajoy cuando dijo que lo importante en esta vida es ser decente y de provincias (la frase, sumamente antiliteraria, casi se diría que exacta, la escuchó en primera línea Carmen Rigalt, que sin embargo logró seguir con su carrera). La cita del Ritz fue para que hablase Cospedal y se erigiese, a mitad de desayuno, en bandera contra la corrupción. Como aquellos padres de los ochenta que leían el periódico en camiseta mordisqueando bollos antes de gritar: «¡Esto no hay quien lo aguante más!» y volvían corriendo para la cama. Cospedal no corrió volviendo para la cama porque ya había leído en EL MUNDO que los contactos entre el partido y Bárcenas se celebran poco menos que en el Centro de Diálogo Henri Dunant, en Zurich, donde están la paz y el dinero. El artículo de Inda y Urreiztieta era para haberlo leído en alto en el desayuno, pero se prefirió escuchar a Cospedal diciendo cosas vaguísimas. De esta manera hubo dos realidades paralelas ayer en el Ritz. En una Cascos escribe un mail a Feijóo diciendo: «¡Pero cómo voy a ir contra vosotros! Yo no estoy loco». Rajoy exclama: «Yo estoy tranquilo, tranquilísimo» mientras sondea al fiscal general del Estado. Y el ex tesorero en el teleférico con los esquís al aire y sin tarjeta de crédito, que ya hay que ser rico para andar sin tarjeta: «¿Por qué no vamos a ir a Baqueira? ¿Porque lo digan estos periodistas de mierda?». En la otra realidad Cospedal lamenta la división del PSOE y le da ánimos para recuperarse por el bien de la democracia. Hay que empezar a organizar los desayunos en otro sitio.